Decir que la seguridad electrónica no existe puede sonar provocador, incluso exagerado. Sin embargo, detrás de esa frase hay una idea que vale la pena discutir: la electrónica, por sí sola, no es seguridad. Es una herramienta aplicada dentro de un sistema mucho más amplio.
La seguridad no se reduce a dispositivos, cámaras o sensores. Es un conjunto que involucra personas, procedimientos, responsabilidades, gestión y control. La electrónica es una capa fundamental de ese sistema, pero no lo define por completo.
Cuando se confunde tecnología con seguridad, aparecen muchos de los problemas que hoy atraviesa el sector.
El error de pensar la seguridad desde el producto
Una de las fallas más frecuentes es abordar la seguridad desde lo que cada actor tiene para ofrecer. El instalador propone lo que sabe instalar, el distribuidor lo que tiene en stock, el fabricante lo que produce, el usuario lo que conoce o le resulta familiar.
Esa lógica, muchas veces inconsciente, sesga la visión global. La seguridad se diseña desde el producto y no desde el riesgo. Desde la herramienta y no desde el objetivo.
El resultado es un sistema fragmentado, donde cada parte funciona, pero el conjunto no.
La seguridad como disciplina integral
La seguridad, entendida como disciplina, incluye mucho más que electrónica. Incluye vigilancia física, procedimientos, análisis de amenazas, comportamiento humano, capacitación, protocolos de respuesta y gestión continua.
La electrónica potencia todo eso, pero no lo reemplaza. Pensar que un sistema electrónico puede resolver por sí solo un problema de seguridad es una simplificación peligrosa.
Cuando la seguridad falla, rara vez es por un dispositivo defectuoso. Falla porque el sistema, como conjunto, nunca estuvo bien pensado.
El puente que casi nadie cruza
En teoría, el consultor debería ser el actor capaz de unir estos mundos: seguridad física, estrategia y electrónica. En la práctica, son pocos los que realmente manejan una visión completa.
Algunos provienen del mundo físico y desconfían de la tecnología.
Otros vienen del mundo tecnológico y minimizan lo humano.
Otros se quedan en lo estratégico sin bajar a la operación real.
Cuando ese puente no existe, cada parte empuja para su lado y la seguridad se convierte en una suma de esfuerzos inconexos.
Cuando aparece la gestión integral
Los mejores resultados se logran cuando la seguridad se diseña como un sistema único, con una mirada integral.
En esos escenarios:
- se reduce la vigilancia física innecesaria,
- se optimiza la inversión en electrónica,
- se compra solo lo que realmente complementa,
- y se logra más seguridad con menos recursos.
No se trata de gastar más, sino de gestionar mejor.
Roles claros, menos frustración
Cuando el modelo está bien definido, cada actor entiende su rol:
- el usuario comprende su responsabilidad como parte del sistema,
- el instalador ejecuta con criterio y no a ciegas,
- el integrador articula soluciones coherentes,
- el consultor o auditor supervisa y ajusta el sistema en el tiempo.
Ahí la seguridad deja de ser un conflicto permanente y empieza a funcionar como proceso.
El verdadero problema del sector
La frustración que se percibe en muchos proyectos de seguridad no nace de la tecnología. Nace de una mala definición del problema.
Cuando la seguridad se piensa solo como electrónica, todos terminan defendiendo su parcela: el producto, la instalación, el uso, la inversión. Y cuando cada uno tira para su lado, el sistema deja de caminar.
La electrónica es indispensable.
Pero no alcanza por sí sola.
Abrir el debate
Plantear que la seguridad electrónica no existe no busca negar el valor de la tecnología. Busca ponerla en su lugar correcto: como una herramienta poderosa dentro de un sistema que debe pensarse de manera integral.
Quizás el desafío que el sector tiene por delante no sea incorporar más tecnología, sino aprender a diseñar seguridad como conjunto.
Ahí es donde la conversación recién empieza.
Autor: Fabián Rodríguez. CEO de Powersa.





